¿Es posible la arquitectura sin ordenadores? - SLOWHAUS

Hoy me he levantado filosófico, así que os voy a dar un poquito la brasa con estas reflexivas líneas. El motivo quizás sea que ayer dejé mi ordenador en el taller, por unos sospechosos pantallazos azules que aparecen cada vez con más frecuencia a lo largo de mi jornada laboral. Y sin mi querido ordenador, mi querida y ya no tan flamante torre, que lleva ya no sé cuántos años conmigo, sinceramente, no soy nadie. Me siento huérfano, abandonado, asustado en el proceloso mar de la arquitectura.

Porque, al final, ¿qué es un arquitecto sin ordenador? Puedo dibujar a mano, sí, pero poco más. Las interminables memorias a que nos obliga el CTE (Código Técnico de la Edificación) no las puedo escribir a mano, ni pensarlo. Podría calcular la estructura, de un proyecto sencillo, todo es ponerse, pero no dejaría de ser una tarea engorrosa. ¿Y las mediciones? ¿Las hago a manopla? Puffffff, me entran sudores solo de pensarlo…

Los arquitectos hemos llegado a un grado tal de dependencia del ordenador que muchos apenas saben ya coger un lápiz con propiedad para hacer unos simples bocetos. El diseño asistido por ordenador llegó hace ya décadas para quedarse, y, hay que reconocerlo, nos ha facilitado muchísimo la vida. Y también todos los programas que nos han permitido desarrollar los proyectos de forma rápida y eficiente (procesadores de texto, cálculo de estructuras, mediciones…). La pregunta es, ¿esto ha ido aparejado de una mejora en lo que proyectamos?

No me atrevería yo a dar una respuesta a tamaña pregunta, pero sí que puedo compartir con vosotros algunas humildes reflexiones sobre el tema. A mí me pilló la entrada del famoso Autocad en plena carrera, así que viví en mis propias carnes el cambio de lo analógico a lo digital. Y me acuerdo de que un profesor, precisamente el que nos invitó a probar el novedoso programa, nos advirtió de la parte negativa del asunto. En su opinión, el entorno en el que nos moveríamos en el programa podría, y seguramente tendería a hacerlo, limitar nuestra creatividad. Ah, la creatividad del arquitecto, sagrado objeto, no tocar.

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Aunque no era yo muy fan del tipo en cuestión, he de decir que le tuve que dar la razón. El Autocad no es amigo, por ejemplo, de la línea curva. Prefiere lo perpendicular, lo cartesiano. Todo es más fácil si los ángulos entre líneas son rectos, así que, a propósito o no, mis compañeros y yo tendíamos a proyectos de líneas rectas y precisas, con perfectos ángulos rectos entre ellas. Recuerdo que, en una ocasión, un profesor de proyectos tuvo que prohibir el uso de programas de renderizado, al ver que los alumnos presentábamos magníficas imágenes de proyectos sin contenido, conquistados por las tremendas posibilidades que nos ofrecía.

A modo de ejemplo de cómo el uso de determinados programas influye en la arquitectura que diseñamos, podríamos hablar de autores como Gehry o Hadid, cuyo estilo ha sido tremendamente condicionado por software de diseño paramétrico como Catia. En sus creaciones a veces no se distingue si el programa ha servido como herramienta o como condicionante total del diseño.

Ahora estamos en plena era BIM (Building Information Modelling), un tipo de software que engloba todos los aspectos del diseño arquitectónico, evitándonos el engorroso uso de la panoplia de programas a que estábamos acostumbrados, centralizándolo todo (diseño, cálculo, medición…) en un solo lugar, y facilitando tremendamente la labor del arquitecto. ¿Es esto bueno? Sí y no. Como explican en este artículo, al ser los programas BIM un software que nos da a elegir entre los productos que ofrece la industria (ventanas, aislamientos, materiales…), podría coartar la creatividad y eliminar la posibilidad de los “errores felices”, que hacen que todo evolucione y mejore.

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No sé, a raíz del “ingreso” de mi ordenador he pensado en la arquitectura anterior a los ordenadores, más limitada técnicamente, pero más libre en cuanto a la creatividad, al no tener más que las fronteras impuestas por nuestra propia imaginación y los materiales disponibles. Los arquitectos nos hemos alejado, quizás, de esos conocimientos profundos y lo dejamos todo a lo que diga nuestro querido PC. También está el sometimiento al enrevesado conjunto de leyes, lideradas por el CTE (Código Técnico de la Edificación), que tanto nos complica la vida, especialmente en proyectos pequeños que antes podían ser llevados, muy dignamente, por un albañil o constructor. O por el promotor mismo.

Resultado de imagen de carlos gonzalez loboRecuerdo una imagen de un arquitecto mexicano, especializado en arquitectura “para pobres”, Carlos González Lobo, en la que se le veía erguido sobre un mallazo de acero que iba a servir de armadura para una lámina de hormigón de un edificio público. En una charla a la que pude asistir explicaba que la forma que adquiría dicho mallazo con él encima era la que debía tener para sostenerse. Y poco más. Arquitectura, y de la buena. Sin ordenadores de por medio.

También recuerdo un precioso edificio del estudio Bernalte León y Asociados en el que, con gran maestría, usan unos redondos de acero para crear una celosía en una galería de acceso a una piscina que sostiene, a su vez, la cubierta de hormigón armado que la sombrea. Sin más aderezos. Seguramente, con más lápiz que ordenador en la fase de diseño.

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Creo que no me equivoco mucho si son mayoría los arquitectos que no han puesto un ladrillo en su vida, que no han echado unas paladas de arena en una hormigonera, que no han subido una viga de madera con sus manos a su lugar en una estructura. Esto, por bien que manejemos cualquier programa de CAD, por magníficos que seamos con el diseño paramétrico o aunque seamos unos cracks en el software BIM, nos convierte en unos arquitectos incompletos sometidos a la dictadura de unos programas que, al final, acabarán creando estilos arquitectónicos de los que seremos unos simples espectadores. Una pena, si no conseguimos revertirlo.

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