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En los próximos días saldrá a la venta en todo el mundo el libro de sobremesa ricamente ilustrado Art Nouveau in Buenos Aires, a Love Story, de la coleccionista de Art Nouveau y conservadora de museos Anat Meidan. Una oportunidad única para conocer mejor la historia de Buenos Aires y cómo esta magnífica metrópolis del hemisferio sur llegó a tener una arquitectura Art Nouveau tan abundante.
Máxima Zorreguieta nació en Buenos Aires, Argentina. Creció en el barrio de la Recoleta, una zona de gran interés histórico y arquitectónico, por su arquitectura de inspiración europea y por el distinguido Cementerio de la Recoleta. Al parecer, cuando se conocieron, mi príncipe le dijo a Máxima que se llamaba "Alejandro". No quería que ella supiera que era un príncipe. Ella pensó que bromeaba cuando más tarde le dijo que no sólo era un príncipe, sino también el heredero del trono holandés. Imagino que no querían que los medios de comunicación holandeses se enteraran enseguida de su noviazgo, y a menudo se veían lejos de Holanda, en la bella Buenos Aires.
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A finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX, Buenos Aires era una de las capitales más importantes y ricas del mundo. Esto explica cómo esta magnífica metrópolis del hemisferio sur llegó a tener una arquitectura Art Nouveau tan abundante.
Como puerto y capital de Argentina, Buenos Aires acogió de forma cosmopolita todos los estilos artísticos y arquitectónicos europeos. Los inmigrantes europeos trajeron consigo ejemplos e imágenes de sus países de origen y los introdujeron en la vida de principios del siglo XX. El prototipo de ciudad que se impuso a finales del siglo XIX era de influencia francesa, con un trazado urbano definido por grandes bulevares y avenidas.
Torcuato de Alvear, alcalde de Buenos Aires entre 1883 y 1887, construyó las avenidas Mayo, Alvear y Sarmiento, así como plazas públicas y parques, como había hecho Haussmann en París. Las obras se intensificaron a finales de siglo con la construcción de edificios gubernamentales, teatros, centros comerciales, estaciones de tren y grandes edificios de viviendas. El eclecticismo de raíces francesas de Buenos Aires se convirtió inevitablemente en el estilo dominante de la ciudad, contra el que comenzó una reacción antiacadémica. La influencia del Art Nouveau europeo culminó en la década de 1920, cuando la ciudad lo adoptó con entusiasmo.
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Buenos Aries destaca por su arquitectura ecléctica, con un amplio abanico de edificios impresionantes. Pero cuando Anat Meidan, coleccionista de arte apasionada por el periodo de la Belle Époque, se trasladó a la ciudad, quedó asombrada y encantada al descubrir hasta qué punto seguía siendo muy evidente el legado de la rica arquitectura Art Nouveau que había florecido allí durante las primeras décadas del siglo XX.
Gracias a sus amplios conocimientos y a su pasión por la época, la autora se dedicó a investigar, documentar y fotografiar estos extraordinarios edificios, sus exteriores y, en la medida de lo posible, sus interiores, así como a recopilar información sobre las talentosas personas que los diseñaron y construyeron. Para ello, contó con la colaboración de Gustavo Sosa Pinilla, destacado fotógrafo de arquitectura, que la acompañó en sus expediciones por la ciudad. Además, gracias a su encanto personal (y a algunos contactos bien situados) pudo acceder a los interiores de casas particulares y edificios habitualmente cerrados al público en general, lo que le permitió fotografiar y documentar interiores a los que normalmente no se puede acceder.
Conferencia - La edad dorada de Buenos Aires
Entre 1860 y 1930, Argentina crecía a un ritmo tan impresionante que se esperaba que se convirtiera en los Estados Unidos de Sudamérica. Las exportaciones agrícolas a Europa despegaron gracias a los avances tecnológicos en almacenamiento y transporte, el capital extranjero afluyó a raudales y Argentina se convirtió en uno de los países más ricos del planeta. La gente ganaba dinero a manos llenas y los inmigrantes europeos que huían de sus países se debatían entre elegir Estados Unidos o Argentina.
Gran parte de esta riqueza recién creada llegaría a Buenos Aires, donde el ganado que llegaba de las Pampas por ferrocarril era sacrificado y procesado en la gran red de frigoríficos de la ciudad antes de ser enviado a Europa a través del bien situado puerto de la ciudad. Esto, a su vez, llevó al establecimiento de Buenos Aires como centro financiero de esta economía en rápida expansión, aumentando aún más la cantidad de riqueza contenida en la ciudad. La mano de obra era muy demandada y los inmigrantes europeos respondieron llegando en masa (predominantemente de Italia y España). La expansión combinada de la riqueza y la población proporcionó tanto la justificación como los medios para realizar grandes inversiones con el fin de transformar rápidamente el paisaje de la ciudad. Arquitectos ambiciosos y bien formados (en su inmensa mayoría europeos) en busca de trabajo encontraron en Buenos Aires un lienzo en blanco sobre el que hacer realidad sus visiones arquitectónicas.
