Passivhaus, ¿el estándar del futuro?

Arquitectura bioclimática, bioconstrucción, arquitectura sostenible, Passivhaus… Llevamos años recibiendo noticias de diferentes tipos de arquitectura que “resuelven” de un plumazo el impacto medioambiental de la construcción de los edificios y de su posterior uso. Para que os hagáis una idea de dicho impacto, según datos del IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía), el sector de la edificación representa el 17 % del consumo final de energía y el 25 % de la demanda de energía eléctrica en nuestro país.

Estos datos muestran lo importante que es el sector residencial en la lucha contra el cambio climático. Reducir el consumo energético en los edificios donde vivimos y trabajamos parece una cuestión importante. De hecho, la Unión Europea se lo está tomando muy en serio y lanzó, en el año 2010, la Directiva 2010/31/UE que obliga a que los edificios públicos sean de consumo energético casi nulo a partir del 1 de enero de 2.018, y los privados, desde el 1 de enero de 2.020.

¿Y qué es un edificio de consumo de energía casi nulo?

El problema está en la definición de lo que es un edificio de consumo de energía casi nulo (EECN), algo que han dejado a criterio de cada país. Aquí es donde el estándar de Passivhaus puede jugar un papel fundamental, al presentar un método que cuantifica con todo detalle la eficiencia energética de los edificios construidos bajo sus exigencias.

El estándar de construcción Passivhaus nació a finales de los ochenta en Alemania como respuesta a la crisis del petróleo de 1973-1980, en la que una repentina subida de los precios del crudo desembocó en una crisis económica mundial. En este contexto, surgieron diversas iniciativas encaminadas a la reducción del consumo energético en los edificios, con mayor o menor éxito. Uno de ellos fue el estándar Passivhaus.

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Básicamente, este estándar propone edificios que casi no consumen energía para su climatización. ¿Cómo se consigue esto? Resumidamente, dotando al edificio de un gran aislamiento térmico, una gran hermeticidad al paso del aire y controlando la ventilación de forma mecánica, además de otras medidas de carácter pasivo (protección contra el sol, orientación del edificio, muros trombe, pozos canadienses).

Principios básicos de Passivhaus

El estándar Passivhaus se basa en cinco principios básicos:

  • Aislamiento térmico. Parece claro que para disminuir el consumo energético en un edificio habrá que empezar por ponerle un buen “abrigo”. Siguiendo las exigencias de Passivhaus, podemos llegar a grosores de hasta 25 cm en algunas zonas de España.
  • Ventanas y puertas de altas prestaciones. Los huecos son el punto débil de nuestros edificios, así que hay que taparlos con elementos de gran calidad, que aíslen del exterior. Ventanas de doble y hasta triple vidrio, bajo emisivo, que mantendrán el calor en el interior en invierno y lo dejarán fuera en verano.
  • Ausencia de puentes térmicos. En estos puntos se producen transmisiones térmicas indeseadas y son lugares donde puede aparecer moho. Se evitan con facilidad dando continuidad al aislamiento.
  • Hermeticidad. Es otra exigencia fundamental en Passivhaus, ya que garantiza la eficiencia de la ventilación, y, por tanto, un aire interior de calidad. Habrá que prestar especial atención a todas las juntas, que deberán estar debidamente selladas para evitar las infiltraciones de aire.
  • Ventilación mecánica con recuperación de calor. En una vivienda Passivhaus, el aire interior está en continua renovación, mediante un ventilador de muy baja potencia. Esto garantiza su calidad y evita la acumulación de humedad y CO2. La máquina, además, recupera el calor del aire interior antes de expulsarlo, manteniendo la temperatura prácticamente constante. El aporte energético necesario para llegar a la temperatura de confort es prácticamente nulo, lo que conlleva un gran ahorro energético.
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¿Passivhaus es aplicable en nuestro clima?

En principio, y más en un clima como el nuestro, parece contradictorio convertir nuestros edificios en contenedores estancos, como si fueran termos, garantizando a la vez una buena ventilación, sin abrir las ventanas. Siempre tenemos en la cabeza la imagen de nuestra abuela o nuestra madre abriendo las ventanas por la mañana para ventilar. Sin embargo, los edificios construidos de acuerdo a las exigencias del estándar funcionan. Y muy bien. De hecho, el primer edificio Passivhaus del mundo, que se construyó en 1990 en Alemania, no ha hecho más que corroborar las previsiones del estándar, habiendo estado monitorizado durante más de veinte años, presentando magníficos resultados.

Y tiene lógica. En realidad, cuando ventilamos de forma convencional, provocamos un cambio brusco en las condiciones del interior del edificio, tanto de la temperatura como de la calidad del aire, sin conseguir unas condiciones óptimas y estables. Mediante el estándar Passivhaus se consigue un confort permanente. Y unos ahorros en calefacción y refrigeración que pueden llegar al 80 %, con unos sobrecostes que no llegan al 5 % del presupuesto. ¿Quién no querría construirse una vivienda así?

Desde luego, el estándar ya es una realidad, habiendo superado el millón de metros cuadrados construidos en el mundo y los 60.000 edificios. Los países con más edificios Passivhaus están en Europa, principalmente Alemania. También hay que destacar que diversas ciudades están implementando el Passivhaus como el estándar de referencia obligatorio en los nuevos edificios (Dublín, Bruselas…). En España, como suele ser habitual, estamos un poco retrasados en el asunto, aunque empieza a haber algunos brotes verdes.

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En cualquier caso, somos positivos y esperamos que, más pronto que tarde, el estándar Passivhaus se implante en todo el territorio como una forma de conseguir edificios de consumo de energía casi nulo (EECN). El cambio climático ya está aquí y vivimos en uno de los países europeos que más va a sufrir sus consecuencias. Sería de tontos no tomar medidas para evitar una catástrofe.

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